Todos hemos dicho alguna vez que “algo nos genera ansiedad” o “estamos ansiosos y nerviosos”, pero realmente ¿a qué nos referimos?
La ansiedad es un fenómeno que aparece ante una situación o un estímulo de amenaza y consta de tres componentes:
Además, es necesario comprender que la ansiedad muestra una forma de curva. No es extraño pensar que la ansiedad solo tiende a crecer, sin embargo no es así. La ansiedad tiende a aumentar, pero hasta alcanzar un punto máximo, momento en el cual va a descender. Es decir, no podemos sentir ansiedad eternamente, de manera que aún expuestos a una situación amenazante en algún momento el organismo se estabiliza y volverá a la normalidad.
Tendemos a considerar la ansiedad como un trastorno o síntoma y dotarle un carácter peyorativo. Sin embargo, la ansiedad es en realidad una respuesta adaptativa y beneficiosa, que nos permite anticipar un peligro y activar nuestro organismo para poder responder al mismo.
La ansiedad pasa a ser patológica cuando deja de sernos útil ante una situación o estímulo concreto. Es decir, si la persona siente una ansiedad desmesurada o la siente ante situaciones no peligrosas ésta deja de ser beneficiosa y adquiere un carácter invalidante.
Por tanto, la ansiedad patológica o «ansiedad clínica» puede considerarse como una manifestación más frecuente, intensa y/o persistente que la ansiedad normal.
Es importante comprender esto de cara a la intervención psicológica, pues esta nunca pretenderá eliminar la ansiedad completamente, sino conseguir que vuelva a ser adaptativa.
Cuando una persona sufre ansiedad patológica vive emociones, pensamientos y cambios fisiológicos propios de la ansiedad, pero ante una situación que no justifica dicha experiencia. La persona es consciente de que sus vivencias son ilógicas o desmesuradas, pero aún así no es capaz de modificarlas o dejar de experimentarlas. ¿Por qué?
La respuesta es generalmente “la evitación”. Ante una vivencia de ansiedad tendemos a evitar o escapar de la situación o estímulos que la están desencadenando, en lugar de enfrentarnos a ellos. Al evitar la situación la ansiedad disminuye.
De esta manera nuestro organismo “aprende” dos cosas:
En conclusión, evitar la ansiedad va a provocar una respuesta en bucle: la persona volverá a sentir ansiedad si vuelve a encontrarse con el estímulo y volverá a escapar del mismo para sentirse mejor. Esto ocurrirá de manera cíclica, una y otra vez, a no ser que intervengamos y rompamos este bucle patológico.
En los manuales de referencia encontramos diversas patologías incluidas dentro de la categoría “Trastornos de Ansiedad”. Presentan diferentes síntomas, niveles de gravedad, curso, pronóstico…pero comparten la ansiedad como núcleo explicativo de los mismos.
En el “DSM-5. Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales” (última versión del manual americano) podemos encontrar estos importantes trastornos (entre otros):
Otros manuales incluyen también el Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) y el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) dentro de los trastornos de ansiedad.
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