Hace unos años, la muerte solía vivirse como algo más cotidiano, cercano y natural. Era frecuente que varias generaciones convivieran bajo un mismo techo y que gran parte fuera gente mayor o enferma que antes o después acababa muriendo. Mismo caso pasaba con los animales en los pueblos, se moría el perro y se enterraba en el campo o en el jardín de la misma casa. También se mataban a animales, cerdos por ejemplo, de los que se sacaba la carne y se preparaba el embutido a la vista de todos los niños.
Ahora los padres llevan al perro al veterinario y vuelven con las manos vacías o compran los filetes de cerdo en el supermercado sin tener que ni imaginar su procedencia.
Aunque, al igual que antes, seguimos conviviendo con la muerte preferimos no mirarla y esquivar completamente el tema. Pese a los intentos de evitarlo, la muerte va a seguir estando presente a nuestro alrededor y esconderla a los niños solo contribuye a dificultar la situación en el momento en el que les toque experimentar una pérdida. No es necesario esperar a una edad concreta para explicar a un niño o niña qué es la muerte.
Como la muerte es algo “cotidiano” las circunstancias dan la oportunidad de tratar el tema sin necesidad de tener que sacarlo. Si un niño pregunta porque ha escuchado a algún compañero, ha visto a un animal muerto o porque ha pasado algo en su entorno, lo recomendable es no esquivar el tema ni engañarles ya que esto les puede generar más confusión y malestar.
Es un tema que, más que de la edad, depende mucho del niño o de la niña. Hay niños que preguntan por todo, que quieren saber, y otros que tampoco tienen tantas inquietudes o que sus inquietudes son otras. En este caso, si no son ellos los que sacaran el tema, estaría bien hacerlo cuando se tenga la oportunidad, cuando nos falta algún familiar aunque sea lejano, escuchen algo relativo a la muerte o pasemos delante de una iglesia en el que se esté celebrando un entierro.
Aunque cuando sean pequeños no sean capaces de entender las implicaciones de la muerte tampoco es necesario esperar a que puedan entender absolutamente todo para que se pueda empezar a hablar del tema. De hecho, se estima que la mitad de los niños de entre dos y seis años han vivido alguna experiencia cercana a la muerte (vecinos, mascotas, familiares, etc.) y se ha visto que si han tenido la oportunidad de enfrentarse a este tema con pérdidas menos traumáticas como la muerte de una planta o la mascota puede ayudarles a asumir pérdidas más importantes como la de un familiar cercano o un amigo. Evitarles esos sufrimientos va a hacer que estén menos preparados para afrontar la realidad cuando sea inevitable.
¿Endulzamos la situación? ¿Se lo soltamos a bocajarro? Lo conveniente sería adaptar el relato a la edad y comprensión del niño, llegar hasta donde necesiten llegar, no hace falta dar más explicaciones de las que pidan pero si contestar todas sus preguntas para que no se queden con dudas que pueden llegar a resolviendo ellos mismos mediante su imaginación. A veces los niños tienen muchas preguntas y cada respuesta les lleva a una nueva pregunta y otras veces solo tienen una o dos preguntas y con respuestas muy simples pueden llegar a comprenderlo. Algunos padres también recurren a películas, cuentos o relatos en función de la edad de los niños.
De una forma algo diferente a los adultos pero hay debate acerca de la edad en la que se puede empezar a hablar de duelo, desde autores que niegan su existencia antes de la adolescencia, hasta autores que dicen que puede haber manifestaciones de duelo a partir de los seis meses de edad. Aunque en estas edades tan tempranas más que de duelo hablaríamos de angustia de separación. La cuestión es que probablemente existe un proceso de duelo durante la infancia.
En realidad la comprensión de la muerte es un proceso que se va dando desde que los niños van creciendo. Hasta los 3 o 4 años no suelen tener a la muerte presente y si piensan en ella tampoco la consideran como algo definitivo. Luego entre los 4 y 7 años empiezan a entenderlo pero pueden llegar a hacerlo como algo reversible. No es hasta los 7 años cuando empiezan a entender que la muerte es algo irreversible que implica la ausencia total de funciones vitales y que es algo que afecta a todo el mundo. Durante todo este tiempo si se piensa en la muerte no se piensa en la muerte propia, sino como algo que ocurre a los demás. En el caso de los niños hay alunas manifestaciones que se consideran normales en el caso de experimentar una pérdida como conmoción, confusión, irritabilidad por haber sido abandonados por la persona que se ha ido, ambivalencia, negación de la realidad, miedo a perder a otros seres queridos, culpa o, incluso retrocesos mostrando conductas más infantiles.
A estas edades la tristeza puede manifestarse también de manera indirecta con, por ejemplo, insomnio, pérdida del apetito, miedo a estar solo, falta de interés por cosas que antes les gustaban o una disminución del rendimiento escolar. Es los niños más pequeños siempre dominan más las manifestaciones de tipo fisiológico porque si es más difícil para ellos la manifestación de las emociones y en vez de mostrar tristeza o abatimiento como en el caso de los adultos las manifestaciones suelen ser más bien cambios de conducta o de de humor, alteraciones en la alimentación o el sueño, disminución del rendimiento escolar, etc.
En cuanto a la duración del duelo es variable y oscila entre los pocos meses y el año. La mayoría lo superaran sin grandes complicaciones aunque está comprobado que existen algunos factores de riesgo que pueden llegar a complicar la situación, es el caso de la perdida de la madre en niñas menores de 10 años o del padre en varones adolescentes. Por lo general los niños acaban superando bien la experiencia de duelo, quizás incluso mejor que los adultos. Aunque hay una etapa mas vulnerable entre los 10 y los 14 años en la que se pueden dar más casos de duelo complicado.
En resumen, la muerte es un tema con el que en general muchos adultos no están cómodos y lleva a no hablar del tema hasta que las circunstancias nos obligan. Más que preparar un discurso para cuando llegue el momento es importante que empecemos a tratarlo con la mayor naturalidad posible cuando se dé la ocasión.