Ponerse delante de un buen número de personas y empezar a hablar no es tan fácil como podemos llegar a penar a priori. A veces hay quien se protege detrás de un folio o un atril para esconder los nervios porque lo pasa verdaderamente mal cuando tiene que hablar en público.
Pese a extraño que parezca si no lo has experimentado en ninguna ocasión por no haberte visto en la situación de exponer un tema ante mucha audiencia, este temor a hablar en público es un miedo muy común. Tanto es, que lo padecen aproximadamente el 75% de las personas y a veces puede causar autenticas malas pasadas como, por ejemplo, en exámenes orales que pese a llevar un tema muy bien preparado, puede llegar a estropear meses y meses de preparación.
En primer lugar, cuando salgamos a un escenario a hablar en público, debemos tener claro que la opinión que tengan los que nos estén viendo o escuchando, con todo el respeto del mundo, no nos tiene que importar nada. Obviamente, nuestro objetivo será hacerlo lo mejor posible para que a nuestros oyentes les guste lo que decimos y cómo lo decimos pero, que en el caso de que no sea de su agrado, tampoco pasaría nada. Interiorizar este pensamiento es lo que nos va a permitir perder el miedo para siempre a hablar en público.
Otra pregunta que debemos hacernos es: ¿es verdaderamente importante en nuestra vida que demos una conferencia o que nos expongamos ante el público? No, eso no es tan importante. Las cosas importantes de la vida son pocas en realidad, son comer, beber, sobrevivir y sobre todo ser felices, todo lo demás es un añadido. Cuando interioricemos este pensamiento en profundidad, después de haber reflexionado sobre ello muchas veces y habernos expuesto a situaciones que lo provocarían ese temor, el miedo a hablar en público desaparece por que la opinión de los demás nos dejara de importar y nos podremos centrar en hacer nuestra exposición o conferencia lo mejor posible. Nuestra tranquilidad a la hora de hablar aumentará porque entenderemos que si no les gusta tampoco será el fin del mundo, transmitiremos esa calma al público y solo nos centraremos en hacerlo lo mejor posible, no en lo que puede estar pensando la gente. En resumen, el miedo a hablar en público se pierde cuando podemos decir: me gustaría que les gustase pero, si no es así, no pasaría nada.
Así, por ejemplo, el conocidísimo consejo o remedio de imaginarnos a las personas desnudas consiste en ver qué no somos diferentes los unos de los otros. Todos tenemos miedo y podemos equivocarnos, no tenemos que demostrar nada porque todos somos iguales, lo hagamos bien o lo hagamos mal.
Es una cuestión de revisar la escala de valores que tenemos. Cuando tenemos miedo a hablar en público lo que sucede es que nuestra escala de valores funciona mal. Era lo que decíamos anteriormente: ¿Qué tiene más importancia en la vida? ¿Que yo de bien una conferencia donde sea o tener un accidente en el que, por ejemplo, quedemos en silla de ruedas? Es muy poco importante comparado con cualquiera de las cosas verdaderamente importantes de la vida. Hablar en público no es importante. Es muy inmaduro pensar que eso es importante, por lo tanto, trabajemos nuestra escala de valores, atengámonos a lo que verdaderamente es importante y perdamos ese miedo.
No es un miedo atípico, es más, se da el caso de actores que son grandes actores en el cine pero que no pueden trabajar en el teatro por culpa de ese miedo escénico. Es importante que entendamos que podemos perder estos miedos completamente con esta mentalidad, no porque nazcas con ello tienes que morir con él. Podemos creer que somos tímidos pero no debemos darle importancia a lo que nosotros creemos que estamos haciendo. Fijémonos que los locos o muchas personas internas en manicomios, a menudo, piensan que son Dios o Jesucristo, creyéndose los más importantes. Esto es una prueba de que el ser humano enferma cuando cree que es lo más importante o que sus acciones tienen una transcendencia desmesurada. Si creemos que somos inmensamente importante estaremos continuamente nerviosos y estresados por pensar que nuestras responsabilidades son enormes. Hay una buena noticia para todo el mundo: somos muy poco importantes, somos un granito de arena en el universo y eso es genial porque entonces no hay estrés, no hay alta responsabilidades, no somos nada y lo que queda, entonces, es el dulce juego de la vida.
En algunas ocasiones nos presentan cursos para hablar en público como solucionadores del temor. En esos cursos lo que suelen hacer es enseñarte a modular la voz para poder hablar mejor, poner ciertas posturas, etc. pero estas cuestiones no son tan importantes y no solucionarán nuestro temor porque no nos estas enseñado a reeducar nuestra escala de valores. Lo verdaderamente importante cuando vamos a hablar en público es lo que tenemos que decir, es el contenido. A mi me da igual que la persona tenga una voz grave o de pito a mi lo que me importa cuando voy a una conferencia es lo que me van a decir.
Saber poner cada cosa en su lugar dentro de nuestra escala de valores. El problema es que en nuestro mundo moderno giramos la escala de valores constantemente, nos pensamos que tener existo es mas importante que amar, nos pensamos que la productividad es mas importante que la armonía y eso no es psicológicamente sano. Hasta que no cambiemos eso no seremos capaces de hacer algo tan natural como hablar a un público sin ningún tipo de nervios. Pensemos, un cirujano que se pusiera muy nervioso por la responsabilidad abrumadora de hacer una operación a corazón abierto a vida o muerte no será muy fiable. Es decir, deberemos tener siempre cierta conciencia filosófica en la vida o no podremos hacer nada.
Actualmente existe una gran necesidad de curación emocional. Los índices de estrés, ansiedad y otras fobias, como el miedo este de hablar en público, no paran de crecer y la principal causa de ello es el desorden de nuestra escala de valores provocado por las circunstancias sociales que nos rodean en la que, tener la supervivencia más o menos asegurada, desordena nuestras prioridades con el fin de buscar cosas que considerar importantes.
En conclusión, el miedo a hablar en público es un síntoma de haber cambiado nuestros valores auténticos y de inmadurez personal. Si tenemos miedo a hablar en público significa que no sabemos valorar lo que de verdad es importante en la vida que es amar y disfrutar. Si damos mal una conferencia podremos seguir con nuestra vida igualmente, no habrá pasado nada desastroso en nuestras vidas.