Los sentimientos, generalmente no son ni buenos ni malos, simplemente son y tienen un propósito. El sentimiento de culpa es uno de los sentimientos más inútiles que puede tener un ser humano por no tener otro propósito que no sea el autodesprecio. La culpa aparece cuando tenemos la sensación de que hemos hecho, dicho, pensado o sentido algo censurable o impropio en relación a nuestro entorno o sistema de valores. Si que es cierto que existe gente con más predisposición a la culpa y pueden llegar a tenerla presente en todos los ámbitos de la vida por ser, también, una forma de darse importancia por creer que la ocurrencia de una situación es su culpa otorgándose ese poder para crear esas situaciones que crean culpa.
Un sentimiento de culpa puede llegar a suponer un peso en nuestra vida cotidiana difícil de resolver, que imposibilita su normalidad y puede llevarnos a la depresión. Puede llegar a limitarnos e impedir que hagamos según que cosas, así por ejemplo, no nos independizaremos porque nos podríamos sentir culpables por dejar a nuestros padres solos o nos costará acabar con una relación por sentirnos culpables por dejar a la otra persona. Por eso, la culpa además es limitadora.
Se trata de uno de los principales argumentos para rearmar nuestra filosofía y dejar a un lado la innecesaria culpa. A veces podemos sentirnos culpables porque pensamos “sí hago eso le voy a hacer infeliz a alguien” o “hacer algo (que no hago) le haría muy feliz a alguien”. Debemos entender de una manera clara y profunda que nadie puede hacer feliz a nadie. Si una persona es infeliz, aunque le proporciones todas las comodidades del mundo, continuará siendo infeliz y viceversa. La felicidad dependerá del funcionamiento de la mente y de uno mismo, no de nadie. Todas esas veces que sentimos que estamos haciendo infeliz a alguien no es por nosotros sino porque esa persona ya lo es.
La gente no es culpable, es responsable. El problema viene cuando terribilizamos sobre cosas que creemos que hemos hecho terribles pero que en realidad son insignificantes. Es importante aprender a darle a nuestros errores la importancia que merecen para evitar exagerar. Las personas emocionalmente fuertes piensan que no hay nada demasiado grave en esta vida y que, por lo tanto, no hay razón para tener culpa.
El concepto de culpa es sí resulta absurdo pues nunca será positivo aunque verdaderamente hayamos hecho algo mal. En su lugar, deberíamos tener presente el concepto de responsabilidad porque la culpa solo sirve para castigarnos, pero no para resolver el problema que nos afecta o del que nos consideramos responsables. La responsabilidad resulta más útil y positiva que la culpa por no servir tanto para castigarnos sino para lograr resolver aquello de lo que somos responsables.
Cuando la gente piensa en culpa piensa en castigos, sin embargo cuando la gente piensa en responsables piensa en reparación, que es positivo y muy distinto de la culpa. Esto lo podemos aplicar en el día a día de nuestra vida, por ejemplo tenemos un niño y resulta que ha roto un jarrón por haber estado jugando a la pelota cerca de él. En este caso le debemos explicar que él es el responsable de eso, no el culpable ya que todos tenemos derecho a cometer errores y no pasa nada. Lo que sí hay que dejar claro tiene una responsabilidad, así será más útil pensar de que manera podría reparar ese daño que ha podido producir.
Un ejemplo de esta tradición de culpabilidad son las cárceles, diseñadas para la culpa y el castigo. Cuando lo más útil sería identificar al responsable e intentar reparar el mal, pero no solamente buscar culpables y castigarlos porque eso no acabará por solucionar el problema y depurar la responsabilidad.
Debemos entender que, como seres humanos, podemos fallar y que parte de nuestro desarrollo como personas está en el error y en el aprendizaje de su reparación. Estamos acostumbrados a penalizar al que falla con un castigo, pero sería mejor mirar, si se ha tenido una irresponsabilidad, como puede cubrirse y aprender de ello.
Como hemos comentado al principio, la culpa puede suponer una carga en nuestro día a día que nos atormenta y limita sin llegar a aportar nada más. Es más útil, una vez cometido el error, asumir las responsabilidades pertinentes y encontrar una solución justa que palie nuestro error para que no llegue a perjudicarnos a dimensiones innecesarias. Resulta recurrente una historia que Mahatma Gandhi contaba sobre este tema:
Gandhi consiguió la independencia de la india con respecto a Gran Bretaña, pero al poco tiempo de que fuera liberado ocurrieron una serie de problemas entre la comunidad indú y la comunidad musulmana dentro del país. La situación llegó hasta tal punto que los distuebios se descontrolaron y se sucedieron gran cantidad de asesinatos por las calles. Entonces Gandhi, al ver todo este panorama que ni llegó a imaginar que conllevara la liberación de su pueblo, decidió empezar una huelga de hambre hasta que cesara la violencia en las calles. Estuvo muchos días sin comer mientras que los periódicos anunciaban que iba a peor. No fue hasta que ya estaba verdaderamente enfermo que la gente se dio cuenta y paró las luchas.
Cuando fueron a comunicar a Gandhi que la India había dejado de estar en guerra y que ya podría empezar a comer alguien le vino a visitar. Esa persona le dijo que se quería suicidar porque, en esos días de violencia, un musulmán asesinó a su mujer por la calle y el, como venganza, aplastó la cabeza a los dos primeros niños musulmanes que vió por la calle. Era ahora que había cesado la violencia que no soportaba ese sentimiento de culpa por haber derramado sangre inocente.
Gandhi le dijo que el no le recomendaba el suicidio porque no le otorgaría la paz, en su lugar le propuso que hiciera una reparación pues él no dejaba de ser responsable de la muerte de esos niños inocentes. Esa reparación consistía en que buscara por la calle a dos niños huérfanos musulmanes, los adoptara como padre y los educara en la religión musulmana, la contraria a la suya. Este al final lo consiguió.
Esta historia nos sirve para ver que cualquier mal tiene una gran reparación que no es ni la culpa ni el suicidio. No nos sintamos culpables, sintamos responsables y reparemos cualquier cosa que hayamos hecho.