Existen ocasiones en nuestra vida cotidiana en las que podemos llegar a experimentar un fuerte desorden psicológico, emocional, malestar o ansiedad ante situaciones concretas y de manera irracional. Esta sensación se debe a que nuestro cerebro es un detector de amenazas y de situaciones amenazantes, desde encontrarnos frente a un león hambriento hasta esperar una llamada importante de nuestro jefe. Cada vez que el cerebro detecta algo que suponga una amenaza, ya sea para nuestro tiempo o para nuestra vida, generará hormonas del estrés para portarnos la energía necesaria. Debemos entender el estrés como una herramienta que tiene nuestro cuerpo para prepararnos ante el peligro: se dilatan las pupilas para ver bien venir el peligro, el cerebro manda sangre a los músculos con el fin de tensarlos para la “pelea”, le dice al estomago y a los riñones que dejen de trabajar, se contraen los capilares de la piel para minimizar las posibles “pérdidas de sangre” que prevé, aumenta nuestra temperatura y la sudoración, etc.
Estas situaciones se producen cuando las cargas emocionales que nos generan esas circunstancias se salen de nuestra “ventana de tolerancia al estrés” entendiéndolas, inevitable e involuntariamente, como un peligro. La salida de esta ventana de tolerancia tiene como consecuencia la entrada en un estado de hiperactivación o hipoactivación, según la intensidad que nos produzca la experiencia.
Estar dentro de nuestra ventana de tolerancia, entenderla y entrenarla, nos ayudará a que nuestro funcionamiento y rendimiento sea óptimo en cualquier actividad o contexto.
Nuestra ventana de tolerancia al estrés es una forma metafórica de entender el rango o cantidad de estrés que somos capaces de experimentar de manera tolerante sin desestabilizarnos. Si las experiencia o situación se encuentran dentro de ese rango o, como nos referimos en esta terminología, ventana, no nos alterará mentalmente y nos sentiremos seguros, aprenderemos y disfrutaremos de la experiencia.
Cuando nos salimos de nuestra ventana, perdemos el control (surgiendo la hiperactivación o hipoactivación). Cuanto más ancha sea nuestra ventana de tolerancia, mejor, ya que significará que podemos tolerar más estrés sin desbordarnos emocionalmente. Cada ventana de tolerancia es diferente para cada persona y tenemos la capacidad de hacerla más ancha, trabajando nuestros traumas y aprendiendo recursos y métodos para gestionar el estrés.
En ocasiones, las emociones o cantidad de estrés que nos provocan ciertas situaciones nos pueden llegar a desbordar, bien sea por una falta de estrategia para manejar estas situaciones o por una incapacidad para la reflexión y asimilación de esos sentimientos.
Es un error pensar que todos tenemos una ventana de tolerancia idéntica o que nos estresan las mimas situaciones. Este rango dependerá de cada persona, de sus vivencias y condiciones psicológicas ante determinadas situaciones. Por ejemplo, habrá gente que, ante un mismo examen, en una misma clase, se estrese más teniendo idénticas condiciones, bien por malas experiencias pasadas, concepción de la importancia de ese examen, sensación o creencia de poder superarlo, etc.
Pese a ser muy amplio y variado el abanico de condiciones que a cada persona nos puede hacer salirnos de nuestra ventana de tolerancia y, por consiguiente, generarnos estrés, podemos considerar según estudios cuatro características comunes que en una situación pueden provocarnos estrés. No es necesario que estén presentes las cuatro para llegar a provocarlo, sino que cuantas más se cumplan más estrés habrá. Son las siguientes:
Cualquiera de estas características situacionales, en mayor o menos medida dependiendo de la persona, puede suponer sobrepasar nuestra ventana de tolerancia y llegar a precipitar bruscas respuestas emocionales, como cambios de humor, agresividad o desconexión emocional.
Los dos límites de la ventana de tolerancia al estrés coinciden con los dos estados extremos a partir de los cuales no se produce una activación optimizada del organismo. La gráfica que vemos a continuación nos ayuda a entender la metáfora de la ventana y visualizar los límites:
En función de nuestras experiencias personales, nos vamos configurando nuestros propios límites de la ventana para sentir la vida de una forma u otra. Por diversos motivos, algunas personas se vuelven reactivas, por ejemplo, sufren ataques de pánico o de ira provocada por los nervios o una activación desbocada de sus sentidos. En el otro extremo, a otras personas, determinadas situaciones, les llevarían a desconectar de su cuerpo o su mente, provocando un pensamiento lento y pudiendo llegar a provocar la parálisis. Ambos casos tienen en común que no serian benéficos para la realización de actividades o la supervivencia.
Ante situaciones de peligro y/o traumáticas, que se quedan fuera de nuestra ventana de tolerancia, el organismo actúa para sobrevivir y pone en marcha mecanismos como el estrés que en ocasiones no son adecuados a la situación que los provoca. Generalmente las personas que ubican situaciones aparentemente normales y cotidianas que no les supone ningún peligro real fuera de la ventana son aquellas que tuvieron que actuar frente a este tipo de situaciones en el pasado y en las que su estado basal de seguridad y relajación fue alterado. Por ejemplo, una mala experiencia hablando en público les puede llegar a generar una importante carga de estrés en futuras intervenciones.
Investigaciones neurocientíficas han demostrado que, en estas situaciones de estrés producido fuera de nuestra ventana de tolerancia, la única forma de cambiar cómo nos sentimos es a través de la conciencia sobre nuestra experiencia interior, respetándola y aprendiendo a convivir con ella. La práctica de reconocer nuestro estado de calma o ventana de tolerancia nos ayuda a controlarlas mejor nuestras emociones.
Psicólogos, como Pat Ogden, han desarrollado terapias psicomotrices para recuperar el funcionamiento normal del organismo en situaciones fuera de la ventana. Este proceso de entrar y salir de estas sensaciones internas y de recuerdos traumáticos que provocan nuestros límites se llama “proceso de pendulación” y ayuda a expandir la ventana de tolerancia, en nuestro caso, del estrés que hará que nos sintamos más calmados, centrados y felices.
Solicitar la ayuda un profesional para descubrir los límites de nuestra ventana de tolerancia y ampliarlos puede suponer librarnos de una gran carga cotidiana de estrés y mejorar nuestra calidad de vida.