La pérdida de un familiar, de un amigo, de un empleo, de un negocio, de la juventud, de la salud, etc. son peajes que tenemos que afrontar obligatoriamente a lo largo de nuestras vidas por el simple hecho de vivirlas. Vivimos en un mundo que es cambiable y el ser humano, en ocasiones, no acepta esta constante impermanencia o eterno cambio de la vida. Aprender a afrontar las pérdidas, entendiendo que es algo natural se hace indispensable para mantener una buena salud mental y emocional. A continuación explicamos ejemplos y casos que nos acercarán al entendimiento del concepto de cambio.
La ceremonia de disolución del Mandala es un ejercicio practicado por los monjes budistas que consiste en lo siguiente:
A lo largo del año, en determinados momento (ya que lo hacen varias veces al año), entre varios monjes realizan una representación artística de una Mandala con arena muy fina de diferentes colores que les puede llegar a llevar semanas de trabajo y esfuerzo. Un Mandala es un diagrama simbólico que en el budismo representa la evolución del universo respecto a un punto central y su complejidad. Lo más interesante del ejercicio es que, cuando lo acaban en un determinado día, tras exponerlo en la plaza central de la localidad o donde se decida para que la gente pueda admirarlo durante 10 minutos, hacen sonar las cornetas y elevan las plataformas sobre las que están colocadas o lo recogen de forma manual y tiran la arena al viento. En cuestión de segundos desaparece aquello que les ha llevado semanas hacer por su propia mano y que es tan bonito.
¿Qué ejemplifica o cual es el motivo del ejercicio? Quieren representar o darnos a entender de una manera práctica que todo en este mundo es impermanente, el ser humano vive y muere, los animales viven y mueren, todo tiene un principio y un fin. Pero esta no es la única cultura que ha honrado y valorado el cambio. Los egipcios también honraban esa cualidad completamente cambiante, por ejemplo, decían que “el día muere en la noche y renace al día siguiente” y asumían que eso era bueno para la naturaleza, nos permite ese eterno renacer. La moraleja que podemos sacar es que no hay que oponerse a eso porque es imposible detenerlo, sino aceptar y entregarse a ese renacer de las cosas para poder entender a la naturaleza.
Una vez más, es la fantasía del ser humano lo que nos mete en problemas. La fantasía es una función maravillosa porque nos ha permitido imaginar cosas, producir la ciencia, la literatura, dar explicación a sucesos, etc. pero ha de estar controlada porque cuando la fantasía se descontrola imagina cosas que no son convenientes por el hecho de no ser reales. Es en ese descontrol cuando se nos puede meter en la cabeza, por ejemplo, que sería bueno ser permanentes y permanecer en un estado continuo de permanencia. Si vemos que un momento de nuestras vidas nos es especialmente agradable o nos gusta, enseguida desearemos estar siempre en ese momento y sentimos rabia o decepción porque no pueda ser así. De lo que no nos damos cuenta es que, de ser así, acabaría resultando aburrido. Está bien que las cosas duren un tiempo determinado, pero al ser humano constantemente se le mete en la cabeza que las cosas deberían ser permanentes para atrapar esas sensaciones. Lo cierto es que las sensaciones no se atrapan, tienen que ir y venir, por lo que debemos ser mas científicos en ese sentido, más ecológicos y acordes a la naturaleza y aceptar que las cosas van y vienen.
Pero si el caso de la pérdida o el cambio es mucho más grave o traumático (pérdida del empleo, de la salud, etc.) tenemos que interiorizar dos ideas fundamentales:
Por ejemplo vamos a verlo en la pérdida de la juventud, esta es una de las neuras a las que más miedo tiene la gente, les sabe realmente mal perder la juventud y entrar en la edad adulta. La realidad es que los estudios de psicología demuestran que las personas de promedio más felices es la gente mayor: tienen menos complejos, tienen muchos recuerdos a los que asociar sus vivencias de cada día y regocijarse en ello, viven una vida más pausa, etc. Como decíamos antes, es un cambio inevitable y es una nueva oportunidad, tienes más sabiduría, más dinero, etc. Contra más mayores más felices se puede ser y está demostrado, solo tenemos que cambiar nuestro pensamiento para ver el lado bueno del cambio.
También el cambio y la impermanencia tienen una función revalorizadora. Solo somos capaces de apreciar lo que tenemos cuando dejamos que la impermanencia haga su cometido. Entendamos que es buena y es natural, todo lo natural es bueno porque es justo.
Otro concepto para intentar sobrevivir a las adversidades del cambio o a las pérdidas. Luis del Olmo, el periodista, contaba en una entrevista que un colaborador suyo, en la última etapa de su carrera, le había robado mucho dinero y le preguntaba a un psicólogo como podía llevar ese tema porque lo llevaba realmente mal. Para hacerle una imagen mental, el psicólogo le dijo que es como si tuviera encima dos montañas: una de chatarra y otra de oro. El dinero que ha perdido es la chatarra y el oro es su capacidad de disfrutar ahora de la vida. Le dijo que se olvidara lo que había perdido y se centrara en lo principal, que es que le quedan unos años precisos de vida para disfrutar y para ganar, si así lo deseaba, más dinero. Decía que no valía la pena aferrarse a la chatarra y dejar escapar el oro, las cosas materiales son poco importantes, lo importante es que seamos felices y siempre estamos a tiempo para poder serlo.
Mismo caso que los anteriores, no hay nada más impermanente que nuestra propia vida. Un edificio todavía durará 200 o 300 años, pero nuestra vida aún dura mucho menos que un edificio o que cualquier cosa inanimada. Por lo tanto hay que aceptar que nosotros vamos a desaparecer en cualquier momento y eso es bueno.
Pese a la lógica, en estas ocasiones, puede llegar a ser realmente difícil aplicar esta mentalidad cuando existe un pensamiento emocional fuerte hacia la persona que se va y aunque nosotros podamos llegar a entenderlo nuestro entorno, por ejemplo nuestros hijos, pueden no llegar a hacerlo. En estos casos acudir a un profesional de la psicología que nos ayude a interiorizar esta idea de cambio constante puede ser la solución para conservar nuestra salud mental y la de los demás.