La soledad es un estado o sentimiento por el que hemos pasado todos o pasaremos en algún momento de nuestras vidas. En ocasiones necesitaremos estar solos, pero es distinto a sentirnos solos de forma constante. Las razones por las que podemos sentirnos solos son muy variadas: por haber sido rechazados, por la sensación de no encajar, por una muerte, etc.
Los seres humanos, como animales sociales, necesitamos continuamente de relaciones personales con otros semejantes para sentirnos queridos, no de la interacción con una sola persona concreta que consideremos fundamental. Es por ello que decimos que la soledad es un miedo real, porque la persona es capaz de experimentarlo, pero no es un miedo racional porque no hay motivos para tener miedo ante estas situaciones.
Es necesario ser consciente de que cuando tenemos miedo a la soledad, que es bastante común, es un miedo irracional. No es racional porque, pese a quedarnos solos un fin de semana en casa por ejemplo, no perderemos un brazo, un ojo o la vida, no existen motivos para tener un miedo lógico. Procede de unos pensamientos y un diálogo interno en el que nos decimos que la soledad es algo muy malo y de lo que debemos temer, por esos pensamientos experimentamos ese miedo a la soledad. Este tipo de miedo a la soledad a menudo puede parecer de manera absurda, por ejemplo el miedo a estar soltero, haber pasado por una ruptura; no se trata de una soledad real porque no estamos absolutamente solos.
La clave está en cambiar esa manera de percibir la soledad, de lo que nos decimos a nosotros mismos cuando experimentamos esa sensación para poder cambiar nuestras emociones y dejar de tener ese temor. Las emociones proceden de los sentimientos y, por lo tanto, la solución al miedo a la soledad se basa en un cambio de filosofía del miedo a la soledad.
Debemos aprender a pensar que la soledad puede llegar a ser incluso benéfica. El tiempo que estés solo es un tiempo que te vas a dedicar íntegramente a ti y que te puede servir para mejorar en infinidad de aspectos tu vida: aprender un idioma, disfrutar de un buen libro o de una película, desarrollar o aprender hobbies, meditar, etc.
Se trata de usar argumentos que te ayuden a ver que la soledad no es mala, nunca lo ha sido y nunca lo será para empezar a vivirlo de esa manera de esa manera. Se hace necesario usar como argumentos situaciones que nos rodean, así por ejemplo, podemos observar que a una persona que esté soltera no le va tan mal. Otro argumento muy recurrente ante cualquier problema, en este caso la soledad, es preguntarse si este inconveniente nos impide hacer cosas valiosas por mi y por los demás, si me lo impide mucho es que tengo un problema grave, si no me lo impide en absoluto es que el problema es pequeño. De esta forma vemos que, por ejemplo, estar soltero no nos impide que sigamos aprendiendo, viajar, moldear tu cuerpo haciendo deporte, ayudar a los demás, está lleno de posibilidades. Podemos concluir que la soledad es un problema ínfimo, no nos impide hacer cosas valiosas para mí y para los demás.
Hay dos razones, una positiva y otra negativa:
Llega un momento en el que interiorizamos una serie de creencias racionales, como por ejemplo que la soledad no es mala, que lo que piensen otras personas te influye muy poco. Esta es una de las bases para llegar a tener a largo plazo una vida interior relajada y fuerte. Cada día más nuestra sociedad es más irracional, con mas creencias y pensamientos irracionales, por eso es el momento en el que existe más depresión y más ansiedad de la historia, todo debido a temores inventados. La mejor solución a esto es prepararnos de la mejor manera posible para que eso no nos influya o lo haga de la mejor manera posible.
Es por ello que podemos ver que la sociedad no acepta la soledad de los demás. La gente cree que la soledad es realmente mala y llegan incluso a sufrir por ti esa creencia irracional.
Nos han hecho pensar desde siempre que existen cierto tipo de actividades en nuestra vida que tenemos que hacer acompañados y que está mal visto hacerlo solos, por ejemplo ir al cine o salir a tomar algo. Con esta percepción sucede que, cuando nos fallan las personas con las que queremos hacer estas actividades, nos frustramos por tener la creencia de que no las podemos hacer por no poder hacerlas solos. Asociamos algo que nos apetece hacer con personas de las que presuponemos su disponibilidad, algo que no podemos controlar.